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sábado, 11 de octubre de 2014

Carísimo hermano Pegasio.

Poco o muy poco se conoce sobre el origen y las primeras décadas de la historia de la Iglesia en Écija, precisamente coincidiendo con la etapa en la que la antigua Astigi fue sede de un obispado. Escasos son los documentos que arrojan algo de luz sobre el periodo aunque Probo, Gaudencio, Pegasio o Crispín emergen como nombres vinculados a la primitiva sede episcopal, en ocasiones en fuentes documentales que los mencionan de pasada.

Es el caso de Pegasio del que apenas conocemos su nombre y poco más. No asistió al I Concilio de Sevilla en 590 según algunos por enfermedad, según la mayoría por tratarse en el sínodo asuntos que afectaban directamente a su diócesis, en relación con decisiones tomadas por su antecesor Gaudencio. Mediante varias epístolas enviadas por los asistentes a su "carísimo hermano Pegasio" sabemos que se habían liberado siervos de la Iglesia de forma irregular y que en la sede se habían producido ordenaciones ilícitas de hombres casados con viudas.

También fue convocado Pegasio al concilio más importante de la Iglesia de aquella época, el III Concilio de Toledo en el que Recaredo, vigente monarca del reino visigodo, renegaba del arrianismo para abrazar definitivamente el cristianismo católico. En aquella ocasión Pegasio tampoco había acudido a la reunión de obispos de la emergente Iglesia hispánica, haciéndolo en su nombre Servando un "diácono de la Iglesia de Écija, agente de mi Señor el Obispo".

En 610 aparece como Obispo de Écija, San Fulgencio quien probablemente sería el sucesor de Pegasio al frente de la sede astigitana aunque no se descarta ente los estudios la existencia de un obispado diferente, nexo entre Pegasio y Fugencio.

Conversión de Recaredo - A. Muñoz Degrain

viernes, 3 de octubre de 2014

Emparedamientos "a la ecijana".

Al cobijo de la Parroquía de Santiago hay una calle que responde en el callejero al perturbador nombre de Emparedamiento. Su trazado es breve y recortado, naciendo en la calle Coronado y desembocando en la plaza del mismo templo con el que comparte uno de sus flancos. Según el diccionario de la R.A.E. la primera acepción del término "emparadar" es encerrar a alguien entre paredes, sin comunicación alguna. Tal vez llegados a este punto nuestos lectores hayan dejado correr su imaginación hacia torturas, castigos y sufrimientos involuntarios pero debemos aclarar que en este emparedamiento hablamos de una decisión libre, por voluntad propia.

Durante la Edad Moderna algunas mujeres adptaban una vida de penitencia en la que se retiraban a pequeños recintos, a veces en la parte exterior de parroquias como es el caso que nos ocupa. Éstas mujeres se dedicaban a la vida contemplativa manteniéndose con la escasa comida que les suministraban a través de una pequeña ventana enrejada hacia el exterior.
Fuente: www.laruedadelmisterio.blogspot.com

El topónimo "emparedamiento" para ésta vía data del siglo XVI. Por lo general, las mujeres vivían de la limosna, la caridad y los encargos, bien trabajos sencillos (de hilado o artesanía), bien de oración por sus almas. Incluso había casos en las que a las mujeres se les atribuían poderes sanadores que de no ser buenas y sacrificadas cristianas le hubieran valido la acusación de brujería. Algunos investigadores atribuyen éste fenómeno del emparedamiento (voluntario, porque también existió como castigo) un deseo de independencia de las mujeres, en su mayoría viudas o huérfanas, que de otro modo hubieran quedado bajo el yugo machista de la época.